Por: Rolando Cardoba
Quizás por ser de apariencia tan agresiva, depredador por excelencia con grandes colmillos y de aspecto muy sigiloso, la pesca de la barracuda es como la iniciación para los que comienzan en la pesca de orilla. La captura de mojarras, cojinudas, sargos, jureles pequeños o los lady fish que merodean las cercanías de las playas nunca resultan capturas tan heroicas como la de la primera barracuda, y si es grande mejor. Como me decía siempre un amigo: pescar tu primera barracuda es “como el bautizo del pescador” de orilla.
Por su notable presencia en muchos escenarios es una especie abundante y extendida a todo lo largo de las costas, donde los ejemplares mayores casi siempre merodean solos en busca de lo primero que aparezca. Pueden llegar a medir sobre 1.80 metros, aunque hay reportes de casi 2,5 mts de largo. Su naturaleza es muy difícil de predecir porque a pesar de ser una de las especies que más abunda, también se mueve mucho buscando condiciones de agua y temperaturas que le sean afines.
La fuerza de sus mandíbulas junto con sus afilados dientes logran partir –literalmente- por la mitad, buenos ejemplares de otras especies. Ataca de muchas formas aunque lo usual es que permanezca inmóvil cerca de su presa, esperando el momento del ataque para abalanzarse como un rayo y verla alejarse segundos después, con parte de su víctima entre sus colmillos.
La forma alargada de su cuerpo y el diseño cónico de su cabeza dotan a esta especie de una forma aerodinámica y estilizada que le permite alcanzar muy altas velocidades en fracciones de segundos por lo que muchas veces hasta resulta difícil observar con detalle el ataque de este depredador, que por lo general son muy efectivos desde cualquier posición.
En aguas abiertas y en épocas de reproducción nadan en cardúmenes de cientos de ejemplares que son capturadas con redes que van cerrando, hasta subirlas a bordo. He amanecido en una playa del sureste y me ha tocado ver un triciclo repleto de barracudas, todas del mismo tamaño y apiladas como barras de pan, que evidentemente alguna embarcación pudo capturar antes de comenzar la mañana, cuando más frecuente resulta encontrarlas al igual que en las últimas horas de la tarde o durante la noche.
Según la teoría, fuera de estos horarios se desplazan a aguas profundas dependiendo de mareas y las temperaturas del agua, pero la práctica dicta que pueden capturarse a cualquier hora desde la orilla o troleando, pues igual hemos disfrutado de buenas capturas en aguas profundas lo mismo en la mañana, al mediodía que en la tarde, lo mismo con carnada, señuelos a media agua que con señuelos de superfice, lo que asegura que hablamos de un comportamiento bastante impredecible.
Los esteros, que resultan como la guardería del mar se tornan vulnerables también para la barracuda pequeña que puede ser atacada por grandes ejemplares de su misma especie o del pargo adulto y que curiosamente en lo que ambos crecen se invierten los términos. Son el pargo, la cubera y el robalo, además de los peces pasto como la sardina, los principales manjares de la barracuda adulta cuando se acerca a las bocanas y esteros. Más de una vez hemos visto cadáveres de hermosos robalos flotando con muestras evidentes de una buena dentellada de barracuda en la zona del abdomen, donde casi siempre son atacados. Después de su ataque rara vez regresa a seguir comiendo, la mayoría de las veces troza un mordisco (llevándose su bocado como nos ha tocado ver), y se aleja en lo que trata de tragarlo por completo.
El equipo, los señuelos.
La mayoría de las capturas en la orilla se pueden realizar con equipo acostumbrado a usar para bocanas y esteros, o sea cañas de entre 6 y 7 piés y líneas de entre 8 y 15 libras y aunque se aconseja siempre que se suponga su presencia el uso de niquelina o leader metálico, les confieso que pocas veces lo incluyo en mis arreglos, prefiero arriesgarme a perder el señuelo a reducir al número de ataques, que de hecho lo siento inferior cuando uso niquelina a cuando uso leader de mono o fluoro; y que recuerde, no llegan a cinco los cortes que he tenido por los dientes de la barracuda, que ni vale la pena tener en cuenta contra el número de capturas obtenidas tanto troleando en esteros y bocanas como de orilla, sin usar niquelina.
Por estar en aguas profundas y movidas, más la velocidad del troleo, los ataques de la barracuda en el mar abierto suelen ser mucho más violentos y explosivos. Más por temor a wahoos y sierras es cuando coloco un leader de niquelina de unas 60-80 lbs. por 30-40 cm. de largo, pues aunque los dientes de las barracudas suelen impresionar más, los de los wahoos y sierras son más pequeños y están colocados en mucho mejor disposición para propiciar cortes en objetos pequeños como pudiera ser un leader de mono o fluoro del libraje que sean.
No creo poder cotejar una lista de los mejores señuelos para la barracuda, pues se pueden ir sobre cualquier “algo” que les llame la atención... cuando quieren comer. Me han resultado muy buenos los de color amarillo, azul y blanco o de brillo (por los destellos) sin ninguna preferencia específica; pues lo mismo atacan minnows a media agua, que rattling, que jig bucktails o plumillas, cucharas, que plásticos, que popper… con saltos fuera del agua que resultan espectaculares, donde las he visto salir tirando dentelladas al señuelo en el aire.
Es un depredador como pocos, que amén de los grandes escualos está en la cima de la pirámide alimenticia por su voracidad sin un patrón establecido en sus ataques. Parte del espectáculo es que pueden ofrecer unas persecuciones impresionantes sobre todo cuando se decide por algún popper de buen tamaño llegando muchas veces hasta casi los piés del pescador, o cuando le dejamos caer el señuelo muy cerca, atrapándolo casi en el mismo momento que el señuelo toca el espejo de agua.
De igual manera podemos ubicarlas y si no quiere comer no vale la pena intentarlo. Es ese momento que se queda estática, mirándonos, moviendo sus aletas suavemente hasta que decide retirarse; y cuando ello sucede, lo que me ha resultado es cambiar de lugar y dejar “enfriar el punto” para regresar más tarde.
Tampoco es una especie que se limita por el tamaño de los señuelos. Son capaces de atacar de forma violenta las moscas de los pescadores de fly, sobre todo cuando les dejan caer el artificial dentro o muy cerca de su zona de ataque, como también hemos sido testigos de ataques de barracuditas muy pequeñas a grandes señuelos que pueden ser superiores a su tamaño.
Otro espectáculo es verlas -como también hemos disfrutado- realizando persecuciones al señuelo desde lejos y al distinguir la sombra del pescador o la embarcación se frenan o dejan de perseguir el señuelo o una vez atrapado puede tratar de escupirlo, lográndolo muchas veces.
La pesca submarina de la barracuda.
La mayoría de los pescadores submarinos actúan con recelo cuando se acerca una baracuda grande, aunque -según dicen, es una de las especies favoritas en esta modalidad cuando se encuentra a tiro. Afirman que son muy curiosas y a veces suelen nadar junto al pescador durante mucho tiempo. Eso sí, todos coinciden que cuando deciden irse tras ellas deben procurar hacer tiros muy certeros a puntos vitales, pues cuando son arponeadas con heridas leves, muchas veces se han volteado y atacado al pescador de manera muy violenta, sobre todo en brazos y piernas.
Siempre se ha dicho que los ataques a los submarinistas pueden provocarse por el brillo de algunas partes metálicas en sus equipos como pueden ser las hebillas de sus correas, o algún metal que destelle por la luz, sin embargo, se asegura por varios testimonios que dichos ataques en la mayoría de los casos se suceden por sostener alguna presa herida, mayormente en los momentos en que el pescador está tratando de colgar de su boya alguna captura anterior.
Hace muchos años por la década de los setenta, me tocó en Cuba acompañar a un pescador italiano y excelente fotógrafo, representante de la marca Mares en la Isla, Paolo Milenassi. Era fanático de las postas de barracuda. Siempre las pedía fritas sin ningún condimento para comérselas con un aderezo (una especie de salsa verde) que traía consigo en los viajes que hacía a la Isla. Casi siempre mientras se sumergía, yo me lanzaba al agua para sostenerme de la cadena del ancla, con visor y esnorquel desde la superficie, para verlo fotografiar desde arriba. Cuando veía algún pez grande, subía, me entregaba la cámara (una Nikonos con dos lámparas a los lados como brazos muy grandes) y con un fusil pequeño de aire comprimido que siempre dejaba a bordo, bajaba a arponear lo que minutos después se convertía en la comida del día.
Recuerdo una vez que subió, me entregó la cámara y pidió otro fusil más grande de ligas que había a bordo, antes de hundirse y al ver mi cara me dijo –es barracuda y grande… y se sumergió. Lo vi descender y detenerse a cargar el fusil y con éste por delante, sacó el cuchillo que tenía en la pierna y se descolgó suavemente hacia el fondo donde yo trataba de ubicar la barracuda sin poderla distinguir. De momento se detuvo y dejó caer el cuchillo que se fue al fondo dando giros, y en lo que yo miraba el cuchillo descender vi como un “tubo” inmenso, como si fuera parte del fondo se abalanzaba sobre el cuchillo y en ese momento ví salir la varilla y muchas burbujas después de un sonido seco. Minutos después subía Paolo con la barracuda ¡¡inmensa!! atravesada por la cabeza.
Me dijo ya a bordo que así intentaba capturarlas cuando era posible sobre todo cuando eran ejemplares grandes: llamando su atención con los destellos del cuchillo mientras éste se hunde girando en círculos para poder acercarse desde arriba sin ser visto y arponear con seguridad, pues a pesar de llevar muchos años de oficio y haber buceado en todo el mundo: les tenía mucho respeto... incluso más que al tiburón. Me comentó que existen en casi todas las aguas cálidas de Europa central, que son muy similares a las del Caribe solo variando en algo el tamaño y los colores que suelen ser a veces más amarillentas.
Me platicaba también Paolo que las barracudas solitarias -según él, son las que más peligro representan, cuando ubican la presa muchas veces rondan en círculos como buscando desde dónde atacar. Si la presa es mayor que ella, suele producir un sonido seco, como un chasquido producido por sus dientes que se piensa es su forma de pedir ayuda y cuando decide el ataque las rayas verticales que presenta al costado del cuerpo se tornan más anchas y más oscuras delatando sus intenciones. Sin duda hablamos de un depredador incansable, muy oportunista y voraz que no da tregua en sus batallas; de ahí el respeto que infunde incluso encima de la embarcación donde la prudencia impone no descuidarse hasta cerciorarse de su muerte, pues no han sido pocas las heridas causadas por sus mordidas en los minutos siguientes de haberla llevado a bordo.
La pesca de la barracuda es como de los primeros retos que enfrenta el pescador de agua salada. Como si el Dios de las aguas nos brindara la primera oportunidad para consagrarnos, de convertirnos en verdaderos devotos del mar, y del maravilloso mundo de la pesca.
Fuente: Revista Troleo
No hay comentarios:
Publicar un comentario