Por: Nicola Zingarelli
¿Y si el mundo fuese en blanco y negro?
Quizás para algunos peces el mundo realmente esté en blanco y negro y para otros a lo mejor tenga variaciones de color tal vez importantes. No obstante se trate de un tema de debate todavía abierto en la comunidad científica, al parecer, todavía no se ha logrado un consenso sobre su visión, si realmente distinguen los colores y sobre todo cuales son los que captan. Un argumento muy interesante para los pescadores que aquí intentaremos profundizar.
Sin querer entrar en el ámbito científico, que desde luego no me corresponde, recordaremos que la percepción visual en los peces así como en humanos y mamíferos aún en medida diferente, está en manos de las células cónicas y células bastón.
Las células cónicas son las que se encargan de distinguir los colores y las células bastón acumulan la luz. A toda lógica, un pez que pase la mayor parte de su vida cerca de la superficie tendrá más células cónicas y una mejor capacidad para distinguir los colores, mientras una especie bentónica o de gran fondo tendrá ojos con un número superior de células bastón. De hecho este último no necesita prácticamente para nada las células cónicas en cuanto los colores se van diluyendo poco a poco en la columna de agua.
La luz solar está formada por radiaciones de diferente longitud de onda que constituyen el espectro visible y estas radiaciones vienen a ser absorbidas, de forma distinta, por el agua del mar. Sabemos que las primeras a desaparecer serán las rojas y anaranjadas y las últimas las azules, por lo tanto tendremos peces que puedan distinguir cierto número de colores y otros que tendrán que apañarse con una vista bicromática e incluso monocromática, cediendo un puñado de células cónicas por unas bastones más sensibles a la luz y capaces de aprovechar hasta el más mísero rayo que pueda llegar a la profundidad en la que se estacionen.
Hay muchos y heterogéneos factores que influyen en la percepción visual de los peces pero de momento nos quedamos con este sencillo preámbulo, una base para ampliar el tema que vamos a tratar acto seguido: el color de los señuelos.
Una trama a menudo debatida en revistas, foros en internet, en los bares y entre pescadores y que difícilmente llega a poner a todos de acuerdo. Dudo mucho que exista una ciencia que con seguridad pueda ayudarnos a predecir el color ganador para cada ocasión. Al mismo tiempo tengo problemas en reconocer mi experiencia o la de los demás, como fuente de inspiración irrefutable para obtener más picadas pero tal vez debamos empezar por algo, una base donde fundar nuestras teorías. Pongamos manos a la obra y empecemos nuestra inmersión en este turbulento mar.
Un pequeño inciso. Me expongo al escarnio público afirmando mi “ingenuidad” en este argumento porque tengo el convencimiento, después de cuarenta años pescando, de no tener ninguna certeza para poder afirmar algo en modo contundente. Entonces les tocará leer muchos “podría ser”, “a lo mejor” o “quizás” y un sentimiento general de experimentación sin acabar, que es exactamente mi actitud sobre este espinoso tema. Arriesgándome a confundir y sorprender a los que leen este escrito anticipo que no estoy del todo seguro de “creer” en los colores de los señuelos. Me explico mejor: por diferentes y probablemente equivocadas razones tengo cierto reparo en alegar que un jerkbait color sardina sea más eficaz de uno chartreuse. A parte de lo que haya podido experimentar personalmente, a menudo me he confrontado con excelentes pescadores igualmente torturados por mil dudas que me han expuesto teorías muy elaboradas que a veces encuentran una confirmación en la vida real, mientras otras se quedan en bonitas reflexiones cuyo valor final es bastante cercano a cero.
Donde todo el mundo converge es en el coctel de factores que se tienen en cuenta al momento de elegir el señuelo, que aparte raras excepciones, es el mismo para individuos que a lo mejor pescan a miles de kilómetros de distancia y en aguas imposibles de paragonar por diferencia en especies, temperatura o ambientes.
Volviendo entonces al jerkbait sardina y su homólogo chartreuse, la pregunta correcta debería de ser: “¿En estas condiciones de luz, con el agua de este color, el fondo tal y cuál y la presencia de este tipo de carnada... será más eficaz el jerkbait color sardina o chartreuse?”. Si ahora nos ponemos a desmenuzar estos elementos y una vez separados los analizamos uno por uno, nos encontramos con una información más detallada que a lo mejor nos conducirá a diseñar un mapa más fácil de comprender.
La luz ambiente para nuestros expertos parece tener una relevancia capital al momento de elegir el señuelo y la regla que prácticamente todos unánimemente proponen se resuelve en una formula sencilla: alta luminosidad colores claros, luz escasa colores obscuros. Suena un poco como - “¡Yo Tarzán tu Jane! “ - pero aun siendo fácil de entender parece un contrasentido.
La idea es que todos los peces son muy sensibles al contraste más que a los colores, por lo tanto según las condiciones lumínicas habrá que buscar la mejor combinación entre el color del señuelo y el entorno en el que lo haremos trabajar. Al beneficiarse el pez pasto de colores que en su mayoría se confunden y se adaptan a las condiciones ambientales, ponerse a lanzar un señuelo naranja en aguas completamente transparentes bajo un sol brillante y con un fondo claro parece ser poco recomendable. En este caso lo que queremos evitar es crear demasiado contraste, con un cebo lo más natural posible para que atraiga los depredadores en lugar de asustarlos.
En una situación diametralmente opuesta, en otras palabras pescando de noche por ejemplo, con peces que se van adaptando a la escasa luz y por consecuencia a la ausencia de colores y que han activado más células bastón que cónicas, tenemos que ofrecerles un cebo que puedan distinguir rápidamente sobre un fondo obscuro y que además puedan localizar con la ayuda de la línea lateral (elemento que analizaremos más adelante).
En este caso lo mejor es un señuelo muy obscuro que reduzca reflejos y transparencias y destaque contra el fondo del cielo apenas iluminado por la luna. Si hay mucha luna a lo mejor un señuelo más claro puede aprovechar algún reflejo y brindarnos alguna ventaja, sin embargo es muy importante tener el máximo cuidado porque el ojo del depredador, ya acostumbrado a la noche, podría captar un resplandor demasiado fuerte como una señal de peligro en lugar de un apetitoso bocado.
Además de colores claros y obscuros tenemos los fluorescentes, que curiosamente no pertenecen al diseño de madre naturaleza y que en determinadas condiciones funcionan muy bien.
Al parecer estos fantasiosos colores se ven potenciados por los rayos ultravioleta, que aún sin ser visible al hombre lo son para los peces. Estos rayos tienen mayor efecto en los días nublados por lo tanto, podría tener sentido utilizar señuelos fluorescentes justamente en estas situaciones, aprovechando su extrema visibilidad inclusive desde largas distancias, siempre y cuando nuestro propósito sea el de forzar el contraste. Entonces el contraste, o la ausencia del mismo, se convierten en factores fundamentales a tener en cuenta al momento de seleccionar nuestros señuelos de manera adecuada.
Recuerdo que pescando en la bahía de Cork en Irlanda con las lubinas que no querían abrir la boca, tomé la decisión de poner un T-Jerk color chartreuse, seguro de que iba a triunfar que en aquella agua más bien verdosa y con la marea que corría a la velocidad del rayo. Los peces necesitaban aprovechar al máximo su instinto para ver y sentir la carnada que venía arrastrada por la corriente y un color natural o un señuelo sin sonajeros hubiesen pasado desapercibido en el remolino de sedimentos.
Un amigo que pescaba conmigo con equipo de fly también tenía sus problemas para conectar con los bichos y al poner un streamer color chartreuse empezó a enganchar aquellas lubinas que hasta poco antes parecían ausentes.
Otro detalle que me hace rumiar, es la coloración de muchos artificiales que se usan en Australia para la pesca del Barramundi; unos señuelos pintados de pura fantasía donde rojo, naranja, rosa, amarillo y negro se combinan en rayas más dignas de una cebra bajo los efectos del LSD que de un señuelo de pesca.
Sin embargo existe una razón muy concreta para que estos señuelos sean tan poco miméticos: el Barramundi se pesca a menudo en las turbias aguas de los ríos y de los estuarios sobre todo cuando la marea baja rápidamente.
En esas circunstancias es necesario hacerse escuchar además de ver, por lo tanto hay que tener en cuenta los señuelos con paletas acentuadas que producen movimientos que emiten muchas vibraciones, los señuelos sonajeros que hacen su parte de ruido y los colores vivos que se encargan de crear contraste y visibilidad para que el depredador pueda localizar su presa entre fango y sedimentos a la deriva. Una técnica que posiblemente tenga la misma eficacia con su primo, el robalo, que acecha a sus presas entre las raíces de manglar de ríos verdosos y con escasa visibilidad.
Curiosamente, para los pescadores tropicales que lanzan poppers en aguas cristalinas del Índico o del Caribe, resulta que los colores más eficaces son los más llamativos. Abundan señuelos rosa, naranja, amarillos y con colores fluorescentes y la única razón que se me ocurre para explicar este caso tan especial es que la mayoría del pez pasto es también multicolor y además, al tratarse de depredadores muy territoriales y muy cabreados con el mundo, atacan el señuelo más que por hambre, para quitarse al intruso de en medio y reconquistar la paz en su feudo de coral.
Dicho esto también me gustaría matizar que en zonas con abundante presión de pesca los colores chillones pierden efectividad así como los señuelos muy grandes, y un planteamiento más “finesse” probablemente sería el más acertado.
La presencia de una especie determinada de pez pasto puede ser un elemento muy importante. Si volvemos por un instante a lo que apuntábamos antes sobre la pesca tropical, el color “fusilier” por ejemplo, reproduce los colores de aquellos entrañables pececitos amarillos y azules, un manjar para los grandes depredadores del arrecife.
Por razones parecidas el color “sardina” es mítico y seguramente el más solicitado, se trata del pez más desgraciado de todos los mares comido prácticamente por todo el mundo y al jugar un papel tan decisivo en la dieta de los depredadores no puede faltar en nuestra caja. ¿Sin embargo hay alguien que pueda explicar como el rosa o el chartreuse, ilustres ausente en el diseño de la madre naturaleza, puedan llegar a levantar tanto entusiasmo entre la población mundial de peces? ...
Volvemos entonces a entrar en un túnel del que es difícil salir con dignidad sin tener que inventarse historias que no se digieren ni con el bicarbonato. Mejor quedarnos satisfechos con lo que hemos podido compartir hasta este momento, dejando que unas pocas dudas sigan manteniendo viva nuestra pasión y nos brinden agradables sorpresas.
Linea lateral.
Un poco más arriba hemos escrito sobre la línea lateral, un sistema de captación de sonidos de baja frecuencia que ayuda al pez a moverse en su hábitat y detectar la presencia de enemigos o comida.
Esta especie de radar puede captar un ruido a 7 u 8 metros de distancia, y se hace muy preciso cuando la fuente se encuentra a menos de dos metros de distancia. La línea lateral colabora con los ojos y es una herramienta indispensable para animales que se mueven en aguas turbias o muy movidas, normalmente equipados con una línea más desarrollada de los vecinos de aguas claras y tranquilas.
Es oportuno tenerla en consideración porque podría ser ella la que detecta nuestro señuelo y desencadene la picada antes que el pez pueda conectar con la vista y distinguir forma y color del artificial.
Conclusión.
Personalmente intento practicar la regla del mimetismo, dicho de otra manera, evitar que un intruso pintado como un marciano con sarampión esté nadando en un bando de robalos que se partan de la risa al verlo.
Colores claros o naturales con agua y cielo claro, y tonos que se van adaptando a las condiciones atmosféricas, intentando acoplarse a ellas en lugar de alterarlas. Si me encuentro casteando sobre un fondo de arena buscaré colores tenues, últimamente estoy agotando las reservas de un artificial marca Molix, el “piper color Black/Gold” que parece embrujar depredadores de todo tipo en los bajos cubiertos de limo y arena.
Pescando al “ jigging” en un mar azul, con aguas claras y el sol que te abrasa la piel, siempre buscaré el jig más delgado, blanco, sardina o rosa clarito como los Daiwa Speed Jig.
Sin embargo con el cielo encapotado y el monzón que hace bailar el barco como una hoja seca, es factible que vaya a buscar un metal más gordito, con mayor superficie y de color obscuro, hasta negro si me queda alguno.
Es importante ser conscientes que no siempre tendremos a nuestra disposición el color perfecto, aquel con el cual nuestro amigo nos está metiendo una paliza de campeonato. Si nos falta ese en concreto tendremos uno parecido o a lo mejor no es el señuelo el que está sacando más peces, sino la manera en que nuestro amigo está trabajando el jig, el grosor de la línea que lleva, el leader de fluorocarbono o la caña que usa, que en esa ocasión le brinda cierta ventaja.
Este escrito no quiere dejar zancado el asunto de los colores de los señuelos, sería muy presuntuoso por mi parte creerlo, suma y sigue, a la espera de que corra más tinta y más especulaciones vayan aclarando puntos todavía obscuros. Yo por mi parte no dejaré de seguir experimentando y espero poder acumular experiencias interesantes para compartir con los lectores de Troleo.
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