Go Fish

Go Fish

miércoles, 26 de agosto de 2015

Encuentro en Isla Mujeres

Por: Rolando Córdoba

Isla Mujeres no se parece a ninguno de los destinos del sureste de México. Tampoco intenta parecerse a otro país porque no le hace falta, porque desde que uno se baja del ferry y pisa esta pequeña isla, se siente olor a México… a un México romántico, real y auténtico, con gente noble, que se les hincha el pecho cuando les toca hablar de su tierra llena de recuerdos e historias como la del comerciante Mundaca, quién construyó una hacienda como devoción al amor no correspondido de una hermosa mujer a quien llamaban “La trigueña”, o las leyendas de las grandes capturas que lejos de torneos y competencias, ondean en los recuerdos como verdaderas hazañas para condecorar la hombría, el pecho de los cientos de pescadores que como todos los isleños, son fieles devotos del mar.

Isla Mujeres se encuentra en el noreste del país, exactamente frente a la costa norte de Cancún. Desde Puerto Juárez se puede tomar el ferry que en minutos transporta a los agasajados con toda comodidad hasta la isla, encuentro que hasta al visitante habitual siempre sorprende. Cómo sorprenden los nuevos hoteles, las avenidas limpias llenas de turistas que disfrutan moverse en pequeños carros de golf,  y forma parte de su encanto. Cómo sorprende amanecer frente a un kiosco de tortas de lechón o cochinita pibil a la más pura usanza yucateca; los nuevos  restaurantes ofreciendo todo tipo de comida, compartiendo en muchos casos las estrechas calles con casas de colores muy llamativos, que se incorporan a un paisaje de paz y tranquilidad que desde temprano, comparte el espacio con los comerciantes que preparan sus tiendas para esperar al turista, siempre con una sonrisa por bienvenida y la mejor intención.

Esta isla, de poco más de ocho kilómetros de largo está rodeada de aguas de un azul turquesa muy particular, requeridas cada vez más, por un número mayor de visitantes que encuentran en las playas las posibilidades de un buen fin de semana o unas vacaciones llenas de aventuras, historias y todo lo referente al mar y lo mejor: a precios muy competitivos, donde se puede disfrutar de la pesca off shore e in shore, el esnórquel, el veleo,  el avistamiento de delfines y el nado junto al tiburón ballena, uno de los espectáculos más sorprendentes y que cada vez atrae a más visitantes para compartir estos escenarios –sin duda- de los más hermosos del sureste mexicano. Y qué decir de los atardeceres en Playa Norte,  donde se concentran todos los visitantes mientras que decenas de cámaras tratan de congelar con cierta nostalgia el momento en que el sol se sumerge en un mar lleno de destellos para darle paso a una noche de colores, buena comida, música y mucha alegría caribeña, como suele ofrecer Isla Mujeres.

Llegamos invitados por el Director del Fideicomiso de Turismo de Isla Mujeres, Alvaro Magaña, que buscando promocionar los valores de la región solicitó a “Troleo” la visita de un especialista en pesca como lo es nuestro amigo y colaborador Marco Alacaraz Ley, que viajaría desde Manzanillo para una salida con otro buen amigo de nuestra revista, el reconocido Cap. Anthony Mendillo. La idea era disfrutar una buena jornada de pesca, y posibilitar el encuentro y el intercambio de experiencias de estos grandes hombres de mar. Aprovechando la visita de Marco, se pautó además para el último día, una conferencia sobre pesca y el cuidado de los recursos, actividad que también contó con el esfuerzo y el apoyo  del Fideicomiso, que hizo que viajaran pescadores de varias ciudades para participar y cerrar con broche de oro, nuestra estancia en la isla.

La mañana nos amaneció medio nubosa, pero un mar calmo nos anunciaba un día tranquilo, aún sin ser de las mejores temporadas de pesca por la ausencia de las famosas bait balls (enormes cardúmenes o “bolas” de sardinas, que atraen al pez vela a estas aguas), así y todo el capitán nos comunicó que intentaríamos encontrar algún vela o marlin, según se fueran mostrando las condiciones en aguas abiertas.

Llegué al muelle de noche, quería disfrutar de nuevo cómo se va engranando la maquinaria del servicio del “Keen M”. Aún oscuro llega al muelle quien desde hace años se encarga de toda la limpieza del barco, avituallar las hieleras con sándwiches, frutas naturales, galletas, dulces, refresco, aguas, etc. Más tarde se incorpora el mítico “Gallo” marinero que comparte las faenas con el capitán, y su amigo desde más de una década; hombre  que de solo verlo se percibe que sabe lo que hace.

“Gallo” se encarga de toda la logística con los avíos y carnadas, preparando los carretes, revisando o reponiendo los líderes, ajustando los “drags”, hasta ir dejando todo el ajuar listo en lo que pareciera un ritual que debe terminar antes de las 7 am, hora de arribo de Anthony que después de saludar a todos da las últimas instrucciones, no sin antes revisar con minuciosidad casi enfermiza, todos los detalles a bordo… da gusto ver toda “la maquinaria” en acción, donde se hace evidente las enseñanzas del capitán y el nivel de exigencia por lo que esta empresa se ha ganado tanta fama durante años en muchos medios especializados del mundo, por brindar un servicio de primera y unas jornadas de pesca en verdad memorables.

Se me hace justo destacar las atenciones que tuvimos durante nuestra visita de la oficina del Fideicomiso y Álvaro Magaña, su director. Siempre preocupado porque todo saliera según su agenda, revisando cada momento lo que había planificado para garantizar las mejores condiciones para nuestro trabajo. En el muelle mientras esperábamos la orden de abordar conversamos sobre ello, sus proyectos, y el desarrollo que desde hace muy pocos años se ha puesto de manifiesto en Isla Mujeres, sobre todo apostando por el intercambio con las mejores agencias de viaje, una mercadotecnia dirigida a un “target” específico a través de los medios adecuados y un manejo de los recursos muy eficiente que sin duda, le está cambiando la cara a esta hermosa Isla –que insisto- huele “muy” a México, y huele muy bien. Nos despedimos de Álvaro que por sus compromisos no pudo abordar, había llegado desde temprano para cerciorarse que todo estaba según lo planificado y desearnos una buena jornada y para atestiguarlo, incorporó un camarógrafo que formaría a partir de ese momento, parte del equipo.

El clásico ¡Let´s Gooooo! llegaba desde la torreta exactamente a las 7:30, hora pactada para salir  a aguas abiertas.

Apenas 15 minutos de navegación y se abrían los tangones para darle línea a las llamadas sombrillas, especie de arreglo que a través de varillas que se encuentran unidas al centro como radios, simulan un pequeño cardumen que viene por debajo de la superficie y que en este caso estaba compuesto por lisetas y ballyhoos arreglados por “Gallo” al llegar en la mañana. Encima y rompiendo el espejo de agua los acostumbrados calamares o “teasers” en colores muy llamativos, que nadaban de los tangones a ambos lados de la embarcación. Más atrás venían dos líneas con carnada, dos más cerca desde los extremos, dos desde el centro y dos líneas más con ballyhoos, que el mismo Anthony controlaba desde su torreta.

A los pocos minutos la alerta lanzada desde lo alto por el capitán avisaba de un ataque de un vela a una de las carnadas que viajaban bien atrás, sin lograr engancharse… “puro coquetear” según el decir del mar. Más adelante sucedía lo mismo, los ataques eran aislados y muy esporádicos lo que nos pronosticaba una mañana bastante tranquila ¡demasiado! para quienes esperábamos en algún momento que empezara la acción, acción que llegó con un buen chillar de uno de los TLD-20, doblando la caña para que las máquinas dejaran de rugir. Un atún no muy grande pero peleón fue izado por Marko, y minutos después Manuel subía el segundo, que pronosticaban un buen comienzo.

Después de un buen rato y estando apoyado en la popa, el carrete a mi lado comienza a cantar por lo que a una sugerencia de Marko, yo tomo la caña. Las máquinas en neutro y una primera corrida me pega al borde de la popa, me colocan la pancera y sin saber aún de qué se trataba comencé a tratar de recobrar. Atún no era, ni vela ni dorado porque hubieran brincado… hasta que después de algunos minutos de pelea se oyó la voz del capitán:¡wahoo!. Pasó varias veces por debajo de la lancha, obligándome a meter la caña en el agua hasta que se pudo cansar para que “Gallo” con el bichero pudiera subirlo, acción que aseguraba para la noche y a sugerencia del propio Anthony, la mejor cena que disfrutamos en la isla.

Se puso rumbo norte y en minutos, al parecer siguiendo unas marcas en el fishfinder, Anthony maniobró para que nos situáramos sobre un cardumen de atunes que verdaderamente nos hicieron la mañana. Manuel traía enganchado el primero y después de subirlo, se enganchaba otro, y otro hasta que llegó el momento que Marko, Manuel, Gallo y yo estábamos a la misma vez recobrando línea, todos en la popa pasando uno por debajo del otro, acomodándonos, según la dirección de cada pez, en lo que parecía más un baile que una fiesta de atunes… ¡qué buena experiencia pudimos compartir todos juntos y aun que el atún no es de las especies que siempre se buscan, no hay duda que cuando se encuentran, alegran la jornada.

En lo que comentábamos lo ocurrido, Gallo ya había preparado de nuevo todas las cañas con carnada nueva, y de nuevo todas las líneas al mar...

Se avistaron algunos cardúmenes lejanos, pero pequeños. Otro ataque de vela por el tangón derecho nos ponía de nuevo en alerta y de nuevo fallida, solo golpetear la carnada para después abandonar el intento. Las condiciones del mar –nos comentaba Marko, eran las mejores para que un buen marlin o vela atacara eficientemente, sin embargo otro nuevo intento por la misma zona, nos dejaba con las ganas. El mar hecho un plato, el sol aunque se apagaba por momentos nos regalaba unos azules impresionantes y aguas calmas, que eran rasgadas por decenas de peces voladores que al parecer salían de abajo de la lancha, dejando una estela sobre el espejo de agua para hundirse metros más adelante en lo que otros “despegaban” desde muy cerca evitando el encuentro con la embarcación.

Anthony desde su torreta buscaba con los prismáticos, se sabía que no era la mejor época pero las condiciones eran buenas...solo nos quedaba insistir. Hubo cambio de carnadas, se cambiaron algunas distancias y la disposición de las líneas, para retornar sobre el perímetro de los tres ataques, hasta que después de casi una hora, un grito del capitán rompía el silencio…. ¡Attack in the line of outrigger ... It´s a sailfish! y en el menor tiempo posible, ya Marko ocupaba la caña en lo que le colocaban el cinturón de pelea…¡ahora sí! y al parecer como pudimos ver en el segundo salto el vela  estaba bien enganchado.

Ver al vela saltar siempre impresiona. Cabeceando, doblando el cuerpo, o saliendo del agua casi “caminando” sobre la cola para avanzar tres o cuatro metros sobre la superficie, como si bailara sobre ella… y por supuesto las cámaras sin dejar de sonar. Poco a poco el trabajo de Marko lograba acercar el pez, que insistía en sus saltos trasladándose de babor a estribor varias veces, hasta que se dejó traer con menos resistencia hacia la popa, donde fue izado por su pico con mucho cuidado. Al menos ya teníamos registrado uno -el primero- porque aunque hubieran más capturas, las reglas a bordo de la Keen M, solo permiten subir un ejemplar para hacerle fotos, se fotografía lo más rápido posible y se devuelve de inmediato. El resto de las capturas deben liberarse en el agua para evitar cualquier daño posible al pez vela, especie que el Cap. Anthony Mendillo respeta y  protege tanto, que lleva casi dos décadas ofreciendo los servicios de su pesca sin ningún ejemplar muerto, y ello se respeta, se asume y además se aplaude.

Cuatro atunes más cerraban el día que sin ser una jornada de las mejores, podíamos catalogar de productiva. Llegando al muelle estaba Álvaro esperándonos, pendiente de todo, lo que aprovechamos para  la foto del recuerdo, donde aparecemos de derecha a izquierda: Manuel Solís director de Troleo, Marko Alcaraz, nuestro huésped distinguido, el Cap. y amigo Anthony Mendillo, nuestro anfitrión, el director del Fideicomiso de Turismo de IM Álvaro Magaña, más un servidor. Compartimos con Álvaro las vivencias del día y quedamos en vernos en la noche para disfrutar nuestra pesca-cena donde quedó pactado para el día siguiente, otro día de pesca.

Apenas abandonamos el “Keen M” comenzaban las labores de limpieza, para garantizar que el barco estuviera listo para el día siguiente que según comentarios, debería resultar mejor.

Antes de subir al hotel recorrimos las playas llenas de bañistas por doquier, algunos jugando volleiball y otros aún disfrutando del mar. El sol menos fuerte, no podía ofrecer pretexto mejor.  El ambiente se brindaba tranquilo -casi- familiar en lo que el cielo comenzaba a teñirse de naranjas, que se intensificaban a medida que pasaba la tarde. Entre las palmeras, otros buscaban algún rincón desde donde “robarle” la mejor imagen al atardecer, algo que en estas aguas, en particular sobre el poniente, siempre es garantía de un espectáculo sin igual.

Si durante el día Isla Mujeres es hermosa, no sabría cómo describir las noches. Caminar las calles ya sin el calor habitual, llenas de luces de colores y cielos limpios, es  llenarse de energía para olvidarse del cansancio. Contagia tanto color y como dije al comienzo: enorgullece mucho tanto México.

El ambiente es relajado y muy tranquilo donde decenas de buenos restaurantes ofrecen menús de todo tipo, sin el hostigamiento de otros destinos donde casi sientan al visitante de la mano. Vale la pena salir del hotel para disfrutar las múltiples opciones que ofrece la isla, donde se puede caminar con toda la seguridad posible para toparse siempre caras sonrientes y visitantes complacidos, tanto, que pareciera que la pequeña ciudad no duerme y donde en verdad: no vale la pena dormir.

Amanecer y caminar por las calles aún medio oscuras es una sensación que se torna un privilegio en esta tierra. Me dirigía  por un café a una de esas tiendas que nunca cierran, el olor inconfundible y la invitación franca me hicieron sonreír al punto, que cuando llegué al puestecito de donde provenían los olores me dijo el señor después de darme los buenos días: “¿Amanece contento Don?” respondiendo: ¡No sabes cuánto! y después de darme cuenta de dónde estaba, llegaba la mejor parte -Me da una torta de cochinita pibil y otra de lechón… sí sí, con su pedacito de cuerito por favor... ¡Increíble! que en medio de la nada, o mejor dicho de la avenida principal de la isla, me topaba con el mejor desayuno que se me puede ofrecer en mi querido Yucatán… por lo que el día no podía empezar mejor.

Abordamos a las 7 de la mañana. Unos minutos después despegaba el Keen M del muelle, en el que nuevamente Álvaro nos despedía con su ya habitual: ¡Buena suerte muchachos! Se puso proa norte rumbo a la zona de pesca y en busca del tiburón ballena. A bordo todos se colocaban sus trajes, se probaban las chapaletas y los visores, la emoción se notaba y tuvo su clímax cuando Anthony señalando un poco más adelante, comentó después de bajar sus prismáticos: ¡allí están... y son cerca de 200!

Nunca sabré si puedo trasmitir lo que tenía delante de mí.  Muchas bocas inmensas, abiertas, paseándose en un agua cristalina y limpia. Iban y venían pegados a la borda; confiados, tranquilos, para regresar nuevamente lentos y majestuosos.  Subí a la torreta del capitán para poder fotografíar desde lo alto... con razón –pensaba- es uno de los atractivos más requeridos y disfrutados por el turista extranjero o el visitante mexicano, porque no se concibe tanta belleza en su estado más natural, a solo metros de distancia.

Eran tantos que pareciera que chocaban. Los nadadores que estaban en el agua casi eran tocados en la espalda por otros que pasaban, y dividiéndose en la columna de agua, más abajo, navegaban mantas gigantes aliméntandose igual del plancton. Estas abren la boca para que el plancton se quede en sus branquias, que poco a poco irá consumiendo durante horas debido a su tamaño. La mejor noticia la daba Marko desde al agua: uno de los ejemplares de tiburón ballena tenía un rastreador satelital pegado a su aleta dorsal, lo que mostraba que desde algún punto o base se venían registrando sus rutas y conductas, algo que ciertamente nos llenó de alegría porque significa que se está trabajando en su cuidado y preservación.

No sé si hubiera preferido quedarnos allí todo el tiempo, pero sentía que le invadíamos “el comedor” a estas hermosas criaturas y como todo lo bueno se termina, se dio la orden de abordar y en lo que cada quien dejaba salir la adrenalina contando su encuentro, poníamos rumbo al noreste para dejar caer de nuevo las líneas en el agua.

El mar cada vez se aplanaba más y el viento no se dejaba sentir, tampoco había aves en ninguna dirección, por lo que se trataba de ubicar al menos alguna corriente que delatara un cambio de dirección del agua o de profundidad... pero no, no quería. Así navegamos cerca de dos horas, solo maravillados con un paisaje que si bien infundía mucha paz, nos traía inquietos esperando la acción, mientras Marko y Anthony en la torreta de la “Keen M” compartían sus experiencias…

-¡Right, right...  the center lines... come on it’s a sailfish! se oyó desde lo alto, en lo que Marko terminaba de bajar de la torreta. Gallo le entregó la caña para que en menos de dos minutos se destensara la línea… ¡no podía ser… lo teníamos!... pero sí ahí estaba!!!! sólo que al parecer corrió  unos metros en dirección a la lancha… ¡¡no se había soltado ¡¡allí estaba de nuevo!!, saltando a casi cincuenta o sesenta metros mientras que Marko trataba de recobrar lo posible. Nos sorprendió que mientras se recogían las cañas, otra de las líneas del tangón se tensó haciendo sonar otro carrete y en lo que levantamos la vista, se vio saltar otro vela…-¡hay otro, hay otro! gritó Gallo señalando a estribor…. Pues sí, teníamos dos velas enganchados. Marko peleando uno y Manuel el otro ¡adrenalina pura! –diría un buen amigo- mientras el camarógrafo y yo tratábamos de seguir ambos peces, lo que me provocó incluso fotos fueras de foco ¡Bendita Isla Mujeres carajo,  siempre llena de sorpresas!

Poco a poco llegaban a la popa, por suerte las líneas nunca llegaron a enredarse a pesar de que ambos peleaban casi uno al lado del otro, hasta que fueron liberados por Gallo con la maestría de siempre. La alegría corría por la cubierta, Anthony feliz desde su tribuna diciendo en su poco español característico… ¡fue bueno, fue muy bueno! y todos con la adrenalina a flor de piel. Se decidió volver a poner las líneas en el agua, esta vez con carnada y se lanzaron de igual manera unos Pakulas, de los que siempre carga Marko... siempre que se acerca al mar.

A poco más de veinte minutos otro de los TLD comenzaba a llorar, corrí a dejar mis cámaras  en lo que Gallo me ofrecía la caña. Dos que tres buenas corridas hasta que llegaba el veredicto: un hermoso y colorido dorado pendía de mi línea, que pude disfrutar mucho y lograr subirlo sin contratiempos. Aunque pequeño era mi primer dorado, una hembra muy peleonera. Se intentó con el segundo que como casi siempre, nadaba cerca, pero no comió alejándose de inmediato, pero los que comenzaron a comer de nuevo fueron los atunes que nos propiciaron otra buena fiesta ya casi al final del mediodía, seis, siete, ocho, nueve, diez... y se perdió la cuenta de las “sandías”-como le dice Anthony- pura diversión para cerrar la tarde ¡y que tarde!.

Se impuso el regreso por unanimidad, más temprano que el día anterior lo que garantizaba un buen descanso en la noche  por qué además: no nos podíamos quejar. Llegamos al muelle aún con buen sol para caminar antes del baño, y disfrutar de la playa donde todo era alegría para los turistas y paisanos.

Desde otro muelle algunos avezados se divertían con jureles y barracudas que según supe, son presencia constante en esas aguas y que capturan con sardina viva y línea de mano.

Después del baño, fuimos a cenar a otro excelente restaurante invitados por Álvaro, que no cesaba de contestar las llamadas por la conferencia de Marko, lo que mostraba buena expectativa por el evento de la mañana siguiente. Supimos de pescadores que viajaron para cruzar a la isla desde Mérida, Cancún y Playa del Carmen además de los lugareños, ello habla de la necesidad de estos encuentros, que siempre que se promocionen, no importan las distancias, los pescadores asisten porque hay mucha ausencia de información, y no siempre un Marko Alcaraz puede atravesar el país para una charla, como no todos los Fideicomisos, lamentablemente, se preocupan por ello...

La conferencia convenida para la mañana del domingo fue todo un ejercicio para aprender y compartir entre todos, con alguien de mucha experiencia sobre los oficios y el arte de la pesca; los asistentes, llegados algunos desde muy lejos y viajando desde la madrugada tuvieron la oportunidad de escuchar y preguntar en un hermoso escenario (la marina Capitán Dulché) sobre el uso de señuelos, las líneas, las diversas opciones de troleo y compartir con nuestro invitado más de 3 horas que no bastaron, pero fueron suficientes para sellar con broche de oro nuestra visita.

Un pequeño grupo de participantes se quedaba para preguntas más específicas, compartiendo al final a modo de despedida una foto del grupo y su anfitrión.

Culminábamos tres días excelentes de buena pesca y nuevas experiencias por lo que agradecemos nuevamente las atenciones de Alvaro Magaña y su oficina del Fideicomiso  de Turismo de Isla Mujeres. Al capitán y amigo Anthony Mendillo, a su tripulación y hermosa familia que siempre nos reciben como en casa, y a Marko Alcaraz –el buen Marko- como le decimos muchos, por su tiempo y formar parte del sencillo aporte de nuestra publicación a esta pequeña gran isla, llena de gente buena, con ganas de trabajar y de sacar adelante este destino. Destino que seduce con su encanto único y peculiar al visitante que llega, como sedujo “la trigueña”, según la leyenda, a aquel comerciante venido desde lejos, con la diferencia que a pesar de la hacienda, los regalos y el empeño, el visitante, nunca pudo lograr su amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario