Go Fish

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jueves, 27 de agosto de 2015

La pesca del robalo



Por: Rolando Córdoba

 Si de una especie se ha escrito demasiado y aún falta mucho por escribir, es sobre el robalo. No existe la literatura suficiente que nos asegure un método de capturas consecutivas, precisamente porque en cada escenario, a cada hora, con cada  marea, y dependiendo de otros muchos factores, el robalo se comporta diferente.

Conocer los hábitos de la especie, más la información confiable de cómo se comporta en cada área, unido a un buen ciclo de pruebas y errores, podría arrojar un patrón de comportamiento que nos acercaría -si lo aprovechamos-  a una secuencia habitual de capturas,  porque lo demás, no se dejen engañar, tendría  que ver mucho con la suerte.

Su morfología

Sus especies son varias y muchas de ellas se pueden encontrar en nuestras rías, estuarios y costas, tanto en los esteros y playas del oriente como del poniente de México. Sus diferencias van, desde la disposición de las aletas, el color y su relación de largo por ancho entre otros aspectos, siendo el robalo más conocido, el llamado “róbalo común” o “Common Snook”, denominado científicamente como: Centropomus undecimalis.

El robalo es un pez muy hermoso, elegante y vistoso. Su forma alargada y con escamas de un plateado intenso, contrastan con su línea sensorial muy visible en sus laterales y de color negro, y que lo distingue incluso, en aguas turbias. Esta línea lateral que los peces usan para determinar cualquier movimiento o vibración a su alrededor, tanto para cambiar de dirección cuando se encuentran dentro de un cardumen o detectar una presa, se distingue en el robalo por ser sumamente sensible y efectiva, ayudándolo sobre todo cuando caza de noche, con poca o ninguna luz.

Su mandíbula inferior es más alargada que la superior y ambas carecen de dientes. El color del robalo que merodea con frecuencia en las playas suele ser más plateado que el que comparte aguas interiores en los manglares y estuarios, buscando mimetizarse con el fondo para pasar desapercibido.

El sonido que produce cuando come en la superficie es muy característico, como una succión en seco… de golpe, que siempre alerta los sentidos del pescador sobre todo, cuando ocurre en el amanecer de una playa desierta y tranquila, o en los cuerpos de aguas silenciosos y aislados, en el interior de los humedales.

Su visión aunque no es excepcional, es muy buena. Algunos estudios señalan que sus ojos son muy sensibles a la luz, por lo que prefiere permanecer cuando es posible, alejado de zonas con fuerte resplandor. Aunque hay muchas versiones, se dice por lo general que solo distinguen algunos “tonos”, con preferencias sobre el blanco, el rojo y el amarillo.

Los robalos tienen dos condiciones biológicas muy particulares: son hermafroditas y pertenecen al grupo de peces eurihalinos.Todos los robalos nacen machos y solo a partir de los dos años de edad y dependiendo del entorno y el resto de los ejemplares en el área, algunos ejemplares se vuelven hembras; proceso que los denomina como hermafroditas: comportamiento sabio de la madre naturaleza, para poder garantizar la preservación de la especie. Este cambio de sexo, mayormente se sucede cuando el robalo alcanza un largo de entre los 70 hasta los 80 cms. Es por esta razón que en EEUU, se prohíbe y penaliza que en sus aguas, se capturen especies entre esas tallas, evitando la muerte de alguna hembra que no haya desovado aún. En las zonas de la Florida que he podido visitar, existen dos vedas al año y en épocas de capturas, solo se permiten dos capturas por pescador, por día.

Su adecuación a diversos ambientes de salinidad (como el salmón, que se adentra desde el mar, hacia los ríos a desovar) incluye al robalo en el grupo de peces llamados eurihalinos. Peces con mucha tolerancia a los distintos grados de salinidad de las aguas, que les permite transitar o establecerse durante largos períodos de tiempo, lo mismo en agua salada, media salobre o totalmente dulce y ello explica por qué se han pescado robalos río adentro a kilómetros de las bocanas al igual que en aguas de la costa, muy alejados de la orilla, hasta los 20 metros de profundidad.

Para garantizar mejores crías, en ocasiones la hembra impone un método de clasificación natural para “hacerse” de los machos más saludables. Cuando llega la época del desove, entre los meses de junio y octubre, se hace acompañar durante algún tiempo de varios machos jóvenes que mantiene nadando a su lado el tiempo suficiente para que los más débiles se vayan quedando en el camino. En este período,  nos ha tocado ver nadando, incluso a menos de dos metros de la lancha, a la hembra (de mayor tamaño) con un harén de hasta 5 machos, sin aventarse contra ningún señuelo o carnada, porque al parecer, es una etapa donde se alimenta muy poco, o nada.

El desove.

Con los machos que van quedando a su lado, se dirige entonces a aguas costeras y en vísperas de marea alta, puede depositar hasta más de 3,000,000 de huevos que son fecundados por los espermatozoides de los machos que anden cerca esperando el momento. La razón de seleccionar las bocanas y entradas de mar es por la necesidad que tiene el macho de activar su esperma, que solo es posible en agua salada; y es después de estos procesos de desove, cuando la hembra, que necesita reponer fuerzas, va a disponer de cuanto alimento tenga cerca. Por ello se dice que cuando se atrapa un ejemplar de buen tamaño en alguna playa, se trata de una hembra, que culminó el proceso de desove en alguna entrada cercana de agua de mar.

Desgraciadamente van a llegar a formarse como alevines entre el 20-30 %, que seguirán siendo víctimas en todo su trayecto y desarrollo por las distintas etapas, donde sólo menos de un 2 %  de la puesta inicial, podría llegar a la edad adulta. 

Crecimiento y desarrollo.

Las pequeñas larvas, tomarán vida a partir de las 20 y las 36 horas, con apenas 2 mm de largo. En menos de 30 días ya sobrepasarán los 4 centímetros de tamaño y se alimentarán del zooplancton y larvas muy pequeñas.

Sus primeros meses de vida van a estar dedicados a comer desenfrenadamente para lograr en lo posible, mayor masa corporal, lo que los llevará a cumplir el año con alrededor de 15 cms de largo; logrando crecer otros 15 cms al año siguiente, donde pueden llegar a su primer kilogramo de peso. A partir del tercer año y dependiendo de las condiciones de alimentación, el robalo comienza a desarrollarse muy rápido, obteniendo un peso corporal de aproximadamente un kilo por año y la necesidad de mayor alimento sumado a su inexperiencia, lo puede llevar a atacar todo lo que se le interponga en su camino, lo que va a propiciar muchas capturas de ejemplares de apenas 1-2 kgs de peso.

Temperatura del agua

El robalo siempre va a preferir las aguas que se mantengan próximas a los 24 grados centígrados de temperatura –su zona de confort-  aunque puede sobrevivir en rangos, desde los 22 hasta los 36 grados. Si conocemos que esta especie es muy adaptable a cambios de salinidad en el agua, de igual manera debemos conocer lo vulnerable que resulta a las bajas temperaturas donde un cambio brusco, que haga descender el temple del agua por debajo de los 15 grados centígrados puede aturdirlos hasta la inmovilidad total, y un descenso por debajo de los 13, los va a llevar a una muerte segura.

El sexo y edad del robalo.

El sexo del robalo es imposible definir a simple vista. Su edad aproximada puede calcularse en relación a su peso. Si ya conocemos que un robalo alcanza generalmente un kilo por año a partir del segundo año de vida, podemos estimar que un ejemplar de alrededor de 5 kilos de peso, puede tener una edad aproximada de 3 1/2 a 4 años. Solo con estudios realizados por especialistas, puede determinarse la edad de esta especie. Para ello es necesario examinar el otolito, un pequeño huesito que se encuentra dentro del oído de los robalos - que como los árboles- está formado por anillos concéntricos donde los especialistas pueden “leer” con mucha exactitud la edad del robalo.

El manglar

No hay duda que el manglar –como ya he comentado- es la mejor guardería para muchas especies en crecimiento, incluyendo al robalo. Es la fábrica más eficiente de zooplancton, donde además de proveer el mejor refugio y alimento, las especies van a encontrar temperaturas más estables por el poco flujo de agua y la cercanía con el fondo.

Son áreas donde el robalo y otras especies en desarrollo van a tener protección contra sus principales depredadores: el hombre, el tiburón y la gran barracuda. También podrán guarecerse de los vientos fríos y las aves que comparten los humedales, que intentarán alimentarse como hacen en las playas, tanto de los pequeños robalos, como de los alevines,  los cangrejos, larvas y camarones, que le sirven de alimento. El duro proceso de sobrevivencia, lo hará más prudente. Lo entrenará para definir mejor sus ataques, sobre todo, cuando decida comenzar el camino de regreso al mar, donde se afirma en varios reportes que mientras emprende estos viajes y no se establece en algún perímetro determinado, apenas y come. Su desarrollo y aprendizaje lo va acompletar cazando primero en las playas cercanas, muelles y escolleras, hasta adentrarse a aguas más profundas, como parte de un entrenamiento que irá perfeccionando, haciéndose más cauteloso y evasivo, donde sus prioridades se centrarán: a) en hacer más efectivos sus ataques, y b) evitar ser atacado.

Habrá ejemplares que llegarán hasta aguas abiertas, para permanecer un tiempo largo hasta acercarse de nuevo a desovar, otros -los menos- saldrán poco al mar, o no lo harán nunca, y otros van a  establecerse  en las aguas cercanas a bocanas y playas, donde pueden permanecer incluso el resto de sus vidas  donde se les captura con bastante regularidad. En cualquiera de los escenarios, el macho puede vivir hasta los 14-15 años y alcanzar cerca de los 14 kilogramos de peso, mientras la hembra, más longeva, puede llegar hasta los 20 y 21 años de vida, con pesos de hasta 25 kgs; tallas y pesos que se dan con más regularidad en algunas costas de México como Nayarit, Mazatlán, Manzanillo, Baja California, también en las playas de Costa Rica, los flats y cayos del sur de la Florida y las aguas de la Bahía de Tampa, Sarasota y Clearwater, entre otros escenarios.

Las corrientes y las mareas

Con relación a la pesca del robalo, si algo podemos tener en cuenta, son las corrientes y las mareas. Para los más nuevos, deben saber  que no significan lo mismo: corriente es el fluir del agua y la marea, es el descenso o la altura que ésta alcanza, por más o menos volumen en un área determinada. Por lo general en mar abierto las mareas son menos notables que en aguas interiores, por no tener referencia, mientras que en canales, puertos y playas resulta todo lo contrario, por las marcas que la marea deja en sus diferentes cambios.

En los esteros los cambios son más evidentes, donde las presas mayores permanecerán en el canal central, hasta que el agua  poco a poco, comience a llenar los canales adyacentes, buen momento que podemos aprovechar en lo que se completa el volumen de agua, para castear en esas zonas que serán las más profundas, con señuelos de media agua y donde estar a bordo de un kayak, puede sumar mucha ventaja.

El robalo como buen oportunista, se vale de las corrientes, cuando ésta puede acercarle su comida, mejor, si tiene cerca un área segura desde donde va a permanecer inmóvil esperando sus presas, que va a atacar por lo regular, contracorriente. Desgraciadamente en México, no podemos aprovechar los horarios de estos cambios como sucede en otros países, por no contar aún con un organismo que obtenga e informe con exactitud de estos horarios, como sucede en otras aguas, donde me ha tocado comprobar -con exactitud de minutos- cómo se generan los cambios que anuncian, incluso en diversos puntos cercanos dentro de una misma bahía.

“Si quieres conocer un buen pescador de robalos (escribe Frank Sargeant, en su libro: Snook Master) es aquél que lee las tablas de mareas antes del desayuno y tal vez, después de la cena. Podrá olvidar hasta su aniversario de boda, pero no va a olvidar las fechas y las horas de las primeras mareas de mayo” -y continúa en tono de broma- “Esto pudiera tener que ver con el alto índice de divorcios que existe entre los pescadores que buscan esta especie”. 

Lo anterior nos dice, que no hay mejor escenario  para encontrar al robalo que en los espacios donde el agua esté en movimiento que es por lo general, donde va a encontar su alimento.

En las mareas bajas podemos buscarlo más al centro de los canales, mientras durante la marea alta seguro va a merodear más en las orillas, estructuras a flor de agua y piedras, donde los peces pasto suelen tratar de guardarse. Si queremos llevarnos por esta simple regla y tener en cuenta las corrientes, siempre van a resultar mejores los días previos y posteriores a la luna nueva, que son los días del mes con corrientes más fuertes; y si optamos por las bocanas, puentes y áreas de paso, la práctica me ha demostrado que se pueden obtener buenos ejemplares desde las dos primeras horas de la entrada de agua, y hasta dos horas después que el agua comience a salir.

La pesca del robalo.

No por gusto y en el caso de la pesca con señuelos artificiales, muchas encuestas denominan al robalo como uno de los peces más difíciles de capturar; incluso si lo comparamos con la lobina o bass, donde estaríamos de acuerdo que el robalo es menos voraz que la lobina, sin embargo, de mucha más fuerza, poder y resistencia. Si a ello, le sumamos su efectiva intransigencia a la captura, sus tretas para deshacerse de los avíos cuando se siente apresado, incluyendo sus sorprendentes saltos fuera del agua, podríamos entender por qué el robalo podría ser el reto más dificil y la especie más deseada por muchos pescadores deportivos en las playas y los esteros.

Lo primero que debemos aprender, es que la pesca del robalo, no se parece a ningún tipo de pesca. El robalo es un pez que embosca casi siempre a sus presas, ya sea desde algún puente, en las playas, debajo de las embarcaciones o en los alrededores de maderos hundidos y rocas. Puede esperar el momento adecuado, con calma y mucha cautela, hasta acercarse lo suficiente para abrir su enorme boca y –literalmente- absorber a su presa, por lo que muy pocas veces, falla en sus ataques.

Si nuestro señuelo logra confundirlo, se lo tragará de inmediato, de lo contrario, bastarán fragmentos de segundos para que una vez convencido del engaño, lo escupa, sin enterarnos muchas veces que lo retuvo en su boca y será en ese momento, cuando vamos agradecer tener una caña sensible, y/o el entrenamiento suficiente para detectar esa acción y dar el “hook set”, antes que devuelva el artificial.

Esta es una de las razones, por lo  que muchos pescadores, - y me incluyo- prefieren tratar de capturarlo con señuelos blandos (soft jerk baits, tails, shad, grubs etc) buscando confundir al depredador para que retenga el plástico más tiempo en la boca, y con la primera señal de posesión, dar el hook set y tratar de engancharlo, que como veremos más adelante y en el caso específico del robalo… no significa que terminemos con la captura. ¿Qué suerte propicia entonces, que sin tener experiencia en ello, muchos pescadores puedan obtener capturas regulares de esta especie?

Sin duda… “la suerte”  de estar pescando con algún señuelo armado con 2 ó 3 anzuelos triples, y que una vez atrapado por el pez o a la hora de escupirlo, alguna de las puntas, (o varias) se enganchen en la delgada membrana bucal, lo que va a provocar que por lo general, sea el mismo pez, quien se ensarte los anzuelos cuando intente devolver el falso alimento y nos va a avisar, no en el momento de atraparlo como en la mayoría de las especies, sino cuando su instinto le dicte que debe huir porque ese “algo” que no quiere, quedó atrapado en su boca.

Qué equipo usar para la pesca del robalo

Desde pequeñas embarcaciones, kayaks, o desde la orilla en los esteros y bocanas, el equipo por lo general, es el mismo: cañas de 6-7 pies, líneas de 10-12 libras (trenzada o mono, con carretes spinning o bait casting) y el obligatorio líder de monofilamento o fluorocarbono, sin dejar a un lado quienes buscan su captura en las playas y costas con cañas largas, lo que en esta especie se vuelve una ventaja (como comentaremos más adelante) además de la gran carga de adrenalina que conlleva una buena pelea con varas más allá de los 8 pies.

Algunos aspectos me parecen muy importantes en esta actividad, tanto, que creo que son de los que marcan la mayor diferencia con relación a otros tipos de capturas, como son: la tensión de la línea y su libraje (en el caso de monofilamento o híbrida), la posición de la caña y el freno del carrete.

Debemos entender que el agua, como volumen acuoso, ofrece determinada resistencia a los movimientos de cualquier cuerpo que trate de moverse dentro de ella. Ello va a significar que el robalo, cuando salta, va a desarrollar movimientos el doble de violentos y con mucha más fuerza y energía, por carecer de esta resistencia en el aire y para lo cual, debemos prepararnos.

En primer lugar la tensión de la línea que se le aplica al robalo no debe ser la misma que se le aplica –por ejemplo- al sábalo, el pargo etc, ya que la mayoría de las veces, el robalo va a quedar enganchado por las membranas bucales (las que permiten ensanchar su boca, cuando trata de absorber a sus presas), estas membranas, situadas entre los labios superiores: son muy frágiles y pueden rasgarse facilmente, dejando salir el anzuelo.

Por ello se hace necesario –y vamos al segundo punto- que la tensión de la línea esté ayudada por dos factores: uno es la posición de la caña para que esta trabaje flexionándose en todo momento, sin una resistencia extrema cuando el robalo lo imponga, y sin que esa fuerza sea limitada por el freno del carrete, donde una caña a lo sumo MH (a mi gusto, mejor M) y larga, (entre 7 y 8,6 pies) va a resultar mucho más eficiente para ello, sobre todo, si la mantenemos siempre para que haga su labor, entre las 10 y las 11 del reloj.

Lo segundo es el libraje de la línea. Siempre será más flexible esta acción de la caña si a la vez estamos trabajando con una línea de capacidad media baja, que permita cierto estiramiento sin riesgo de desgarrar las zonas de enganche del pez, acción muy posible si usamos cañas muy rígidas, frenos más apretados y líneas de resistencia mayor, en aras de garantizar la supuesta captura.  Esa tensión se logra mejor si estamos usando una vara algo más larga y de poder medio o medio duro (M - MH) y que podamos mantenerla en buena posición para que flexione más y pueda absorver las corridas del pez, sin que exista mucha resistencia sobre la zona de enganche y el pez pueda moverse siempre con la línea tensa, porque si algún factor propicia con frecuencia que se suelte un buen robalo, es en el momento del salto dirigir la caña hacia el pez (lo que acostumbramos a hacer con el sábalo), ello constituye un error que puede significar perder la captura por destensar la línea.

El tercer punto, tiene que ver con los dos primeros y es el control del drag (freno) del carrete. En ese aspecto, mi recomendación es que mantengan el freno con menos fuerza que lo acostumbrado, por lo mismo. Una por los saltos, donde el robalo puede dar un espectáculo en el aire, que envidiaría cualquier pelágico, desplegando una fuerza increíble en su afán de soltarse y en ese momento, es preferible –sin destensar nunca la línea- que pueda sacar unos pies de cuerda antes de romperla o que se desgarre su boca, y que seguro vamos a controlar mejor, si a partir de cierta calibración del freno, -digamos básica, o inicial- ayudamos a detener las vueltas de la bobina con la palma de la mano (spinning) o con el dedo pulgar (bait casting), ejercicio nada difícil y que al final, también cuidará del mecanismo de frenado del carrete.

De igual forma, si estamos en aguas bajas y salta, el robalo al caer va a salir nadando con fuerza, casi siempre alejándose del pescador. Lo mismo que sucederá si estamos en alguna embarcación, que en lo que lo acercamos y descubra la sombra de la embarcación, va a voltear para alejarse en lo posible y es cuando todas estas situaciones -si actuamos con calma- se pueden controlar con la posición de la caña y  el freno del carrete, para no limitar la salida de línea con el drag, por alguna corrida final que seguro, y si aún “está verde” (no cansado),  va a emprender con sus últimas fuerzas.

Mi humilde consejo a los más nuevos,  es que no se desesperen tratando de acercar el pez. El robalo es muy luchador, sí,  pero se va a cansar siempre antes que nosotros. Se necesita de un tiempo para “madurarlo” disfrutando de un buen encuentro, que por alguna imprudencia, podríamos perder.

La pesca del robalo en los esteros.

El estero impone un cambio en las reacciones cuando estamos detrás de esta especie, que por lo general va estar patrullando en los costados del caudal de agua, aprovechando la seguridad que le brindan las raíces del manglar, buscando pequeños alevines que se esconden entre las ramas sumergidas, incluyendo, a los más pequeños de su especie.

Si bien en estas áreas resulta menos cansado el casteo por lo reducido del espacio, debemos entender que es un escenario sumamente peligroso, por la protección que esta especie encuentra (y va a usar) entre las raíces del mangle adonde se va adentrar - no lo duden- en cuanto se sienta atrapado.

Ello hace necesario un hook set (jalón) suficiente para clavarlo en el primer intento y un freno más preciso (teniendo en cuenta lo comentado sobre la tensión) para evitar que se adentre como va a intentar, entre las ramas y troncos llenos de conchas, estructuras, piedras etc, donde, o puede enredar la línea entre las raíces para que perdamos el control, o en el peor de los casos y como sabemos -y él también- con seguridad la va a cortar.

Si andamos en canales estrechos y perpendiculares al viento, podemos probar mejor, en la orilla hacia donde se dirige el aire, que como ya sabemos, arrastrará pequeños insectos flotando y residuos, donde los más pequeños acudirán a alimentarse… y el robalo también.

Si el cauce es ancho y son días de frío o más frescos, podemos intentar en el centro, en la parte más profunda donde puede encontrar su zona de confort por el calor de la tierra, donde igual, se va a mover más lento y por lógica, va a comer menos. En esos momentos, debemos “servirle la comida” lo mejor posible, con presentaciones lentas, muy realistas, invirtiendo tiempo hasta “convencerlos”. Si son de esos días de verano  o de sol fuerte, lo más probable es que prefiera del medio de la columna de agua hacia arriba, donde cualquier señuelo suspending o un popper, pueden llamar su atención.

La pesca del robalo en las playas

Pescar robalos en la playa, son de las habilidades que el pescador de orilla va ir perfeccionando, mejor, si lo hace con regularidad en las mismas aguas. En este escenario, lo mismo se puede castear desde la orilla, recorriendo la costa, que  trolear a baja velocidad, incluso –volvemos a lo mismo- pescar desde un kayak, donde resulta mucho dejarnos llevar por alguna corriente suave, he ir casteando con mucha discresión desde la zona de rompientes y en diagonal  hasta la orilla, donde puede merodear el robalo en zonas de aguas extremadamente bajas.

Si logramos divisar una buena escuela, de esas que ya se ven  poco en este lado del país, y aspiramos a tener más de una captura, lo mejor es permanecer lo más alejado posible, presentar el señuelo con discresión y lanzar dos o tres metros al frente del líder que viaja de primero y recobrar contra corriente, evitando ruidos fuertes e innecesarios que pudieran asustar al resto de los miembros. Si andamos en zonas desconocidas, podemos tantear el cuerpo de agua con algún popper pequeño y recobrado de forma suave, con lances entre paralelos y diagonales a la orilla, para poder abarcar desde las zonas de media agua, hasta la zona de rompientes. 

Sobre alguna embarcación pequeña podemos trolearlos a baja velocidad o mejor con motor eléctrico. Las zonas límites, entre los pastizales cercanos a la costa y los fondos limpios, suelen ser muy efectivos también donde nuestro pez, suele patrullar en busca de alimento.

Algo que vengo leyendo en muchos reportes de pescadores  experimentados en la Florida, y que además de sorprenderme, comencé a asumir, es que para pescar robalo en las orillas de las playas, como las de Yucatán y Quintana Roo (de fondo plano y arena) aconsejan no meterse al agua,  “es un error muy grave”  que puede significar tener o no tener capturas de esta especie (así de tajante lo comentan) a no ser, cuando se intenta capturar más allá de la zona de rompientes, como en el caso de la pesca del robalo con cañas de surf, donde otras reglas imponen una manera distinta de pescar.

Entre las varias razones para este consejo están: una, que el robalo en las playas de arena y fondo plano, tiende acercarse demasiado a la orilla, donde va a patrullar con sigilo, en busca de escuelas desorientadas de sardinas, lisetas o los cangrejos que desentierran las pequeñas olas, tanto, que nos ha tocado ver como arrastran la panza pegada al fondo, dejando expuestas sus aletas dorsales y su cola, en menos de un pie de agua. La otra, es que el robalo, más que vernos o identificarnos como sus captores etc, va a alertar sus sentidos por los movimientos que hagamos con los brazos y la caña, que para su instinto temeroso, “algo” de tamaño grande se mueve cerca y eso puede significar peligro y para ello, nada como entender que si vemos el pez, él también nos puede ver... La otra razón, es el ruido que podemos producir al caminar  con los pies sumergidos muy cerca de la orilla, donde sin darnos cuenta podemos ir aplastando conchas, cangrejos, frotando pequeñas piedras, etc, van a propiciar que el robalo pueda asustarse y por ende tienda alejarse de la zona por asumir los sonidos, como los que produciría un gran depredador a la hora de trozar un tipo de presa con caparazón o similar.

Como sabemos, los robalos son difíciles de ver  por su mimetismo con el fondo, y es cuando podemos ayudarnos con los bancos de sardinas que vaya atacando, o las aves que se posicionen desde arriba siguiendo el alimento, o que andan en las orillas sobre todo, extrayendo camarones y cangrejos. No quiere decir, que si hay sardina brincando o aves picoteando el fondo hay robalo, pero ello nos va indicar donde se encuentra una buena zona de alimentación para los peces pasto y por supuesto, donde nuestro depredador también puede alimentarse.

Una de las modalidades que más adrenalina genera, es la pesca de robalos con cañas de surf o salmoneras de más de 8 pies, y donde por lo general, las tallas son muy distintas a las que se obtienen en las orillas de las playas del sureste del país, de fondos bajos y planos.

Además del largo de las cañas, otro aspecto se suma en esta modalidad y es el espacio, porque no resulta lo mismo pelear un robalo pequeño en un ambiente -digamos- cerrado o limitado como puede ser un estero, una ría, etc, que encontrarse con capturas de tamaño mayor en espacios abiertos, que si bien se encuentra alejado del peligro de manglar y la protección de éste, en muchos casos hasta se requiere de alguna preparación física para contender con estas enormes presas en aguas abiertas  a lo  largo de la playa, donde en ocasiones habrá que sortear piedras o buenas distancias, siguiendo al pez para evitar una tensión mayor en la línea que puede dar al traste con la captura. No se trata de fuerza bruta como con otras especies, se trata de paciencia y dominio de todo el hardware, donde el equilibrio de todas las partes y la experiencia del pescador pueden garantizar el codiciado pez trofeo.

Por lo general, las noches o los momentos antes del amanecer y el anochecer son los ideales para estos ambientes,  y la posibilidad de comportamientos diversos pueden estar determinados, tanto por las mareas, los movimientos de los bancos de alimentos o el clima, o todo ello junto y a la vez, por lo que no hay patrones específicos para esta especie cuando se busca en playas profundas, porque por lo general suele comportarse de manera poco predecible. Hay quien prefiere tratar de ubicarlos primero, o tantear la suerte entre las olas, donde suelen merodear de frente a la corriente esperando que algún pez pasto confundido con el movimiento del agua, llegue hasta ellos.

Las versionas mayores del Sub Walk de Rapala (2 oz) o el Rapala Glidin´ Rap resultan excelentes para esta modalidad, y donde por supuesto las letales gomas como los Shad de Storm o Tsunami -por solo mencionar algunas- nos pueden dar una buena jornada, así como las cucharas de 3/4-1 oz. De los jerk o minnows más conocidos en nuestras aguas, creo que nada supera en esta modalidad los Xrap 12 ó 14, o los Rapala X-Rap Jointed Shad de 1 5/8, también y con mucha confianza, los Mag Minnow de 7/8 oz de Yo-zuri, y de los superficiales, apostaría por los legendarios poppers de Rapala en su tamaño mayor o los Yozuri Mag Darter o Mag Poppers, ambos de 1 oz. Y si de explorar toda la columna de agua, con seguridad, apostaría la salida con las plumillas o bucktails de entre 3/4 y 1.5 oz, o su versión con grubs rojos o blancos que ofrece Williamson: los famosos y efectivos Banjo o Arrow Head, de entre 1 -2 oz.

La pesca en muelles y puertos de abrigo

Estos son de los ambientes preferidos por muchos, por la seguridad y la posibilidad de encuentros con esta especie en cualquier época del año, mucho mejor en la noche, cuando podemos escaparnos de la oficina un rato y donde el tráfico de lanchas, no molesta tanto como durante el día.  En Yucatán, eran comunes las jornadas nocturnas al salir de la oficina y con buenas capturas en los puertos de abrigo, cuando después del trabajo, nos encontrábamos en las afueras de la ciudad, donde lo mismo se pescaba desde los espigones, que troleando con motorcitos eléctricos a bordo de pateras y lanchas inflables.

Durante el día resulta positivo castear debajo de las embarcaciones, a la sombra, donde permanecen esperando la oportunidad de atacar o donde también encuentran las mejores temperaturas durante el invierno. Cuando hay frío, el robalo suele quedarse pegado a los cascos de las lanchas, sobre todo las pequeñas y de color blanco, donde busca disfrutar del calor que genera el piso o fondo, expuesto a los rayos del sol.

En los muelles construídos sobre pilotes, casi siempre va a encontrarse debajo y al acecho constante, porque son áreas con mucha vida entre los maderos, las bases y las estructuras que permanecen hundidas, donde también suele guarecerse el pez pasto, los camarones y los pequeños cangrejos, que conforman lo más importante de su alimentación. Si hay sol, de esos días muy luminosos, lo más seguro es que se encuentre debajo o también en los bordes de sombra que proyecta el muelle sobre el agua, en ese momento resultan efectivos los señuelos que podamos dejar llevar por la corriente hasta debajo del muelle, para comenzar el recobro una vez ubicado en las zonas más oscuras.

En las noches, -como ya apunté- también estos escenarios son muy buenos para trolearlos con lanchas pequeñas, despacio sobre los canales centrales, o entre las embarcaciones o en el mejor de los casos, castear alrededor de las zonas de iluminación que producen las luminarias, colocadas sobre las estructuras. Cuando estamos situados en estas áreas de luz, no debemos lanzar sobre ellas sino alrededor, que es donde el robalo va  a merodear esperando localizar a su presa, que por lo general, va esperar a la salida en la oscuridad y aprovechando que los pequeños peces y camarones, van a salir del área iluminada encandilados por la luz.

Resulta también oportuno que los señuelos atraviesen una parte de la zona iluminada (si hay corriente mejor), y lleguen hasta la zona oscura, donde por lo regular los va a esperar el robalo.

Son horas donde resultan mejor los señuelos pequeños, de no más de 3”, que es el tamaño de las presas habituales que rondan esos escenarios durante la noche en busca de su alimento y en las zonas de luz, cualquier señuelo de goma, movido lentamente es bueno, así como las letales plumillas y grubs de color claro, o como comentó en uno de sus reportes, un asiduo pescador de robalos en la Bahía de Tampa: “nada como un camarón DOA tipo glow, bien cargado de luz... y mucha fé”.

Los señuelos suaves

Como apunta el refrán; “cada quien habla de cómo le fue en la feria”... En México, dependemos de las ofertas –aún limitadas- de las pocas tiendas de pesca, o que podamos disponer de comprar nuestros avíos en el exterior y si a ello le sumamos los hábitos de cómo pescar en cada área, la respuesta a cuál señuelo usar sería interminable, y cada una tan válida como la otra. Por ello, si tuviera que seleccionar según mi apreciación y pensando en lo que tenemos a la mano, mi primera opción sería un señuelo soft como los camarones de D.O.A., los Terror o los C.A.L. Shad y soft jerk baits de la misma marca con sus respectivos cabezales. Sin dejar fuera los también famosos Cocahoe, los jerk baits de Zoom o Yumm, armados con los jigs head articulados de Logic Lures, y la versión tándem de esta marca que acaba de entrar al mercado mexicano, contando ya, con muchas muestras de efectividad en muchas especies.

Los grubs o shad, me han funcionado mucho con corrientes no muy fuertes, donde la misma fuerza del agua va a propiciar que la cola adquiera un movimiento, que pocos depredadores van a desestimar, y mejor, con algunos tirones aislados en el recobro. Con los camarones de plástico, prefiero usarlos cuando hay muy poca corriente o ninguna, para que puedan bajar y depositarse en el fondo, para “jalarlo” de un tironcito, corto, dos o tres más, cortitos (para evitar que suba mucho), y volver a dejarlo caer al fondo con los camarones DOA y cuando hay más de 4-5 pies de agua, me está resultando intercambiar los pesos, poniéndole al camarón de 3”, el peso del de 4”, buscando más rapidez al bajar y lances más distantes; y a pesar del peligro de enganche en las zonas de pastizales, les aseguro que los camarones sí funcionan, y  emulan muy bien (cuando logramos moverlos correctamente) el comportamiento del camarón cuando se escurre entre las hojas pegado al fondo, lo que además, puede propiciar otras capturas, como de pargos, corvinas y en menos escala del jurel, que como conocemos todos, es más propicio a la media agua y la superficie.

Este trabajo con los camarones tiene más ventaja cuando lo podemos recobrar en corriente suave, para que el mismo fluir del agua lo devuelva unos metros atrás, para volver a iniciar el recobro. De los D.O.A. Terror Eyz, en verdad hay muy poco que decir, y quien no haya tenido capturas con estas gomas estoy seguro que en cualquier momento las va a tener, porque son todo un terror, lo mismo en corrientes que en aguas calmas, profundas o superficiales. Junto a los jerk baits, son ideales para las corrientes fuertes donde sólo se aventarían los pequeños peces pasto; alardeando con un nado más poderoso para atravesar la fuerza de la corriente, por lo que el recobro debe manifestarse más enérgico (como lo haría el pez) como los ataques, que por lo general, van a resultar más violentos.

Algo que deben asumir los que comienzan, es que si estamos muy cerca de un puente por donde pasa el caudal de agua, siempre es conveniente colocarse a la salida del puente y no en la entrada de agua, más, si se está pescando con línea de bajo calibre o trenzada, porque si hay corriente fuerte el robalo, una vez enganchado se va a dirigir -seguro- a la corriente para sumar más resistencia al recobro, con el riesgo de pegarse a las orillas (recordemos que la línea estará muy tensa)  lo que va a llevar a reventarla con el roce de alguna piedra o estructura y les puedo asegurar que en la mayoría de  los casos lo logra.

También me ha tocado ver a los nuevos y no tan nuevos en estas faenas, que cuando localizan el pez intentan dejarle caer el señuelo lo más cerca posible, y eso es un error... y un privilegio que solo le corresponde por lo sutíl de sus presentaciones a los diestros pescadores de mosca.

El robalo no es como la barracuda que se caracteriza por su territorialidad, lejos de ello es muy asustadizo por su naturaleza tan vulnerable, y dejarle caer un señuelo cerca, sobre todo cuando se usan esos ruidosos poppers, puede asustarlo y alejarlo del lugar por un buen rato o no regresar, y ello es entendible... su memoria genética le dicta que por lo general el pez pasto, a no ser llevado por una fuerte corriente, no va a venir a su encuentro, y menos “dejarse caer” tan cerca que se lo pueda tragar de inmediato, por lo que si “algo” del tamaño que sea “cae” de improviso, lo va a asustar y saldrá de la zona lo más rápido posible, generando de inmediato un rechazo que nos puede costar su posible captura.

Los señuelos duros

De los señuelos duros, creo que mis palmas serían para los Xrap10 y el Subwalk de Rapala, de Yo-zuri los Cristal Minnow F6 y F8. De Mirrolure, con los Mirrodine XL y la serie III, con los 51 y 52MR y el infalible Cath 2000 y una marca que ya empezó a ser bien recibida en la pesca de esta especie, los señuelos DUO en varias de sus versiones; donde cada cual trabajaría, según sus patrones de fábrica. Confieso que disfruto mucho ver a los locales con sus tablitas, a veces desde la orilla o sus pequeños alijos, lanzando unas plumillas que en verdad no pueden ser más feas y toscas, sin embargo cuando las recobran a mano con jalones cortos y seguidos, pueden darnos una verdadera lección de cómo pescar a la usanza criolla con el mínimo de recursos, porque no hay duda que funcionan y… ¡vaya que resultan!.

Con los popper pequeños (Yo-zuri o Rapala) trato de castear lejos de las zonas donde pienso puede estar el robalo, para no asustarlo, y espero unos segundos (algo que siempre hago) para comenzar un recobro suave hasta la zona que me interesa, y muchas veces, solo le muevo con la punta de la caña, despacito, sin apenas moverlo del lugar; práctica que me ha funcionado mucho cuando dejo que la corriente lo aproxime al manglar, y lo recobro con tirones cortos. Si ando tanteando aguas más profundas, como en la playa o en los canales centrales del estero, recobro más fuerte y seguido, buscando llamar la atención del depredador que pudiera andar en zonas profundas.

Sobre los colores y según estudios, se sabe que el robalo puede visualizar el color blanco, descompuesto en un fuerte destello que incluye casi todos los colores del espectro, lo que pudiera aparentar el efecto holográfico de los peces pasto. Y que el mismo blanco, en combinación con el rojo, el negro o el chartreusse, o el negro con el rojo y el negro con el chartreuse, crean una ilusión muy atractiva para esta especie. Sin embargo soy un convencido, que cualquier color de señuelo, bien recobrado y colocado en el momento y lugar propicio, puede llevarnos a una buena captura cuando el pez quiere comer.

El leader de fluorocarbono

Si en otras modalidades de pesca el uso del fluorocarbono puede ser algo intrascendente, con esta especie -insisto mucho en ello- no lo es. El fluorocarbono ofrece una gran resistencia a la abrasión, lo que nos va a permitir poder pelear al pez en zonas de estructuras con “relativa” seguridad, así como gozar de una de las mejores defensa que tendremos contra las agallas del robalo, que si alguna vez lo han visto saltar de cerca, deben recordar como recuesta la cabeza para tratar de cortar la línea  con las agallas, daño que -incluso usando buen leader- logra en muchas ocasiones

El otro factor a favor del “fluro” es  su poca visibilidad por el depredador, su superficie es tan pulida que iguala en mucho la capacidad del agua para dejar pasar la luz, lo que hace “casi” nula su presencia para el pez, muy útil en aguas claras.

De las marcas que he usado puedo decir que Yo-zuri (pink), la Sufix, la PLine, los de marca Seaguard, la Berkley Trilene, y la nueva versión de Ande color rosado, -aunque un poco más rígida que las anteriores- me han resultado suficientes para el tamaño de capturas del área. En aguas turbias o usando cañas largas, he usado mono de 60 lbs o la misma Yo-zuri Híbrida de 50 lbs, sin nada que lamentar hasta ahora. 

Pero más que todo lo anterior y para terminar, deberíamos, los que sentimos respeto y mucha admiración por esta especie, asumir el uso de un buen leader de fluorocarbono –siempre y por obligación- por tratarse de una de las especies que más lucha por su vida, de épicas batallas y las mejores emociones cuando trata de defenderse y donde lo menos importante -se los puedo asegurar- es perder la captura. Se trata eso sí, de evitar por todos los medios que esa línea cortada deje un señuelo atravesado en la boca del pez, condenando al robalo por la imposibilidad de comer, a una muerte segura, lenta y dolorosa; muerte muy injusta que no se merece ningún pez, menos, un gladiador de la talla del robalo: amo y señor de las playas y el estero. 


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