Por: Rolando Córboda
Si una técnica está ganando adeptos en todo el mundo es la pesca del deep jigging o el jigging profundo -o vertical- con mucho auge desde las aguas del continente asiático. Japón se encuentra entre los países más avanzados en esta modalidad que de tanto éxito ya se considera una categoría de pesca y de las más efectivas. Aunque no lo parezca esta especialidad tiene sus antecedentes hace miles de años, cuando se intentaba sumergir grandes pesos a los fondos para buscar animales mayores que se acercaban a rocas y zonas de vegetación, donde las presas pequeñas localizaban sus alimentos y salían huyendo por la presencia de algún depredador y eso es lo que trata de canalizar la pesca de jigging, dejar caer un señuelo donde están los pequeños alimentándose y que por consiguiente los mayores acechan, para sacarlo de la zona de forma muy llamativa simulando la huída ante la presencia del cazador hambriento.
Ello obligó al diseño de señuelos lo suficientemente duros para que pudieran soportar los ataques de animales de buena talla que habitan en el fondo, así como los de naturaleza migratoria que se caracterizan por la velocidad y voracidad de sus ataques y lo suficientemente pesados para que pudieran bajar a grandes profundidades de forma rápida y desafiando fuertes corrientes. Los diseñadores, buscando ganar terreno en cada área, han tenido que ocuparse de soluciones para diferenciar el nado durante la caída y durante el recobro a distintas velocidades, por lo que hoy por hoy y bajo el mismo principio, todas las marcas optan por diferentes formas, tamaños, acabados y pesos, condicionados por obtener una mayor visibilidad para el depredador y por supuesto, posicionarse en un mercado que sigue aumentando para esta modalidad y que en pocos años, se ha adueñado de todas las aguas del orbe.
Esta pesca se practica con jigs que en muchos casos son verdaderos desafíos a la aerodinámica y su desempeño. Resultan de diseño estilizado y pueden pesar hasta más de 500 grs. sin ser en muchas ocasiones tan costosos como otros artificiales de tamaño y peso similar. Según la manera de trabajarlo y la profundidad los hay rectos, curvos, cóncavos, convexos, cortos, largos o con sus lados en aristas irregulares, todos buscando una nueva forma de moverse y hacer más visibles los destellos de luz.
Están diseñados para propiciar su caída de forma recta, otros en círculos, otros girando, otros en zig-zag y muchos de forma errática según para la especie o profundidad que fueron diseñados. Su centro de gravedad varía según la propuesta de cada marca y se ofrecen indistintamente con uno o dos anzuelos asistidos, de apertura grande para facilitar el clavado y evitar los enredos en el propio avío; son muy resistentes y penden de la parte superior del jig para evitar engancharse en el fondo.
Aunque siempre hay quien disfrutaría de esta pesca con lo que tenga a la mano y otros con el mejor equipo, es una modalidad que produce jornadas intensas que en poco tiempo pueden resultar muy fructíferas aún en zonas cercanas a la costa como sucede en el Mar de Cortés hacia el norte o en Playa del Carmen en el sureste, donde se vienen celebrado importantes torneos y se prepara en estos momentos una clínica que por primera vez, expondrá lo mejor de esta modalidad por experimentados especialistas en estas lides.
En el caso específico del equipamiento, un por ciento de los pescadores prefiere la modalidad de spinning por su comodidad en el recobro al no tener que estar pendientes del embobinado ni guiar la línea con el dedo. Otros optan por máquinas del tipo convencional de última generación, que en algunos casos logran un desempeño impresionante teniendo en cuenta sus reducidas dimensiones y peso, fabricados con materiales muy eficientes y que a modo general en ambas modalidades deben destacarse en tres aspectos:
1.- Buena velocidad de recobro, para posibilitar una subida más rápida y menos esfuerzo por parte del pescador.
2.- Un freno potente, capaz de controlar la batalla con grandes ejemplares.
3.- Buena capacidad de línea que garantice además de los cientos de metros que muchas veces se necesitan para llegar a fondos profundos, poder tener una reserva para pelear los grandes depredadores que podemos encontrar en esas profundidades.
Las cañas para esta modalidad siguen sorprendiendo con materiales nuevos y soluciones sofisticadas, muy livianas, para evitar el cansancio y un mejor manejo. Regularmente son de tamaño corto (entre 5.6 y 7’) para hacerlas menos molestas en la embarcación y debido al enorme trabajo que realizan. Están fabricadas con tecnología de primera y con componentes de la mejor calidad, principalmente las guías que deben disipar una gran cantidad de calor cuando de batallas épicas se trata. Su punta se conforma con un grado de flexibilidad tal, que permita el trabajo de recobro, muchas veces de un ritmo agotador para garantizar el movimiento necesario al subir y bajar el jig y tener además, suficiente fuerza para soportar el castigo a que son sometidas estas varas que sorprenden por su eficiencia a la mayoría de los pescadores tradicionales.
Su mango debe tener el largo suficiente para acomodarlo en la axila como pivote en el recobro y si a la hora de pelear se apoya la caña en un rod belt (portacañas de cintura) será mucho más cómodo. Los brazos deben llegar con comodidad al foregrip (mango superior) como punto de palanca, para permitir a la otra mano maniobrar con espacio el carrete. No es justo asegurar que sin una buena inversión no podemos realizar este tipo de pesca, lo que sí es seguro es que dependiendo del equipo que usemos, podremos aspirar a mejores resultados con menos riesgo y cansancio.
El deep jigging requiere casi siempre de un buen esfuerzo, es muy adictivo y genera mucha adrenalina por los combates con grandes ejemplares en aguas profundas y si se está en el lugar correcto en el momento oportuno, puede significar jornadas que serán difíciles de olvidar, más cuando se comparte la salida con amigos pescadores en buena lid.
No en todos los escenarios hay aguas para el deep jigging y mucho menos animales que ameriten esta práctica pero la posibilidad de usar jigs de menos peso casteando o lanzando en fondos bajos está dando también buenos resultados y que en muchos países de Europa y Latinoamérica ya se conoce como “jigging light”.
Lo que también se nombra como jigging horizontal es una práctica muy eficiente cuando nos encontramos en aguas de entre 10, 20 y 30 metros de profundidad, o frente a esos frenéticos comederos que nos topamos al navegar, con la ventaja de que no es obligatorio ni el esfuerzo ni el equipo que conlleva el manejo de jigs pesados en aguas profundas, de hecho no es una práctica nueva, es lo mismo que veníamos haciendo con cucharas y plumillas pesadas, solo que ahora podemos aprovechar los diseños de poco peso del jig con las ventajas siguientes: A) Poder llegar al fondo sin enredarse por tener el anzuelo en la parte superior. B) Alcanzar mayores distancias al poder castearlos desde embarcación. C) No impone el costo de una fuerte inversión.
Es una práctica que puede hacerse con muchas variantes de jigs desde 1, 1.5 a 5 oz; también improvisando con fáciles soluciones caseras tan a la mano como un mango de acero de un cuchillo de mesa que con unos ratos de taller básico podemos convertir en armas mortales. Las cucharas Krokodrile de 2 oz resultan un agasajo para esta práctica si le cambiamos el triple por anzuelos asistidos en la anilla del extremo superior.
Para el jigging vertical, el que existan corrientes fuertes muchas veces impone más esfuerzos y el uso de jigs pesados para garantizar llegar al fondo. En el caso del jigging ligero las corrientes pueden aprovecharse lanzando desde la embarcación de manera horizontal y esperar que la fuerza de la corriente traslade el jig en lo que intenta buscar más profundidad; trabajo que en mucho posibilita que éste se desplace de lugar muy rápido con un recorrido diagonal, para esperar unos segundos y comenzar a recobrar con movimientos constantes hacia atrás y hacia adelante o hacia arriba y hacia abajo, según el peso del artificial que estemos usando.
Usar esta modalidad en aguas donde no existan corrientes nos permitirá llegar sin dificultad a fondos que ronden los 15-25 metros con jigs de 3 y 5 oz como ya hemos hecho, aprovechando buscar una caída más vertical donde podamos comenzar a explorar las mejores velocidades de recobro. Por una u otra razón comenzamos siempre con velocidades lentas y recorridos largos, variando la velocidad en lo sucesivo hasta lograr entusiasmar a las posibles capturas.
No se trata de una nueva técnica, se trata solo de darle uso a un artificial en sus pesos más pequeños y que de una u otra forma expanden el abanico de posibilidades cuando estamos en aguas no muy profundas.
Como toda práctica existen riesgos, uno de ellos es que logremos un muy buen ejemplar que nos ocupe más tiempo del que dis pongamos por lo que cada cual en su momento, decidirá qué hacer. Lo que sí es seguro es que es una actividad que suma mucha adrenalina, que no necesita de tantos requerimientos y se puede asumir como una pesca de fondo o media agua, mucho más activa, comparada con la pesca con carnada en aguas de media profundidad. De hecho, en más de tres ocasiones en que hemos estado gareteando alrededor o sobre alguna marca conocida y lanzando a fondo jigs de 3 a 5 oz, hemos obtenido mucho más ataques y capturas que los que insistían con su carnada a fondo sobre el mismo punto a la vez.
Aunque con esta práctica por lo general se encuentran animales quizás de menor talla y peso que especies que podremos encontrar a más profundidad, debemos mantener las mismas normas para poder llevar a cabo una jornada con los menores accidentes posibles.
Una de ellas es la eficiencia de los nudos y dónde amarrar cada parte para que todo interactúe de forma positiva. Nunca debemos amarrar nuestro líder a una argolla de vueltas, (split ring) pues su naturaleza es mucho más débil que una argolla de acero, lo que se conoce como “solid ring”, que por ser conformada por un solo aro más grueso y soldado, brinda mucho más seguridad que una argolla armada sin soldar, con 2-3 vueltas de un alambre mucho menos resistente. Nuestros anzuelos asistidos deben amarrarse directo al jig o de lo contrario a una “solid ring” que puede conectarse al jigs por su argolla o una “split ring”, nunca debemos amarrar los “asist hook” (anzuelos asistidos) al “split” (o argolla de vueltas): ello puede ser fatal.
Con referencia a los nudos hay muchas versiones, cada uno con sus ventajas y para el gusto de cada pescador. En nuestro caso hemos venido usando una versión del famoso Trilene, comprobando muchas veces las siguientes ventajas:
Uno, se amarra por medio de doble línea al aro, sumando más resistencia al amarre, mejor que si fuera usando una línea sola.
Dos, es un nudo muy fácil y se hace de forma rápida.
Tres, el nudo se ancla sin correrse en el aro (solid ring), sin permitir que éste gire, evitando que raspe la línea por alguna imperfección que haya quedado al momento de soldar.
Otro aspecto a tener siempre en cuenta es el manejo de la caña, muy en especial con este tipo de pesca. No por pescar con equipo más ligero los animales serán siempre pequeños, podemos toparnos con presas mayores que sin duda nos obligarán a tomar en cuenta ciertas consideraciones.
Muchas roturas se producen por una mala posición de la caña a la hora de la pelea. Si es cierto que las cañas para esta modalidad pueden ser quizás más flexibles, puede suceder sobre todo al final, que sin darnos cuenta tengamos la caña casi vertical y el pez decida girar tan bruscamente al fondo, que sin darnos tiempo a bajar la vara puede quebrarla, con más posibilidad si el drag no deja salir más línea.
Una buena solución es no cerrar demasiado el drag, sino dejarlo algo más de la media y a partir de ahí, frenar la salida de línea apoyando la mano en el spool. No será la primera vez que creyendo que “lo tenemos”, el pez emprende una corrida violenta que de sorprendernos con el drag cerrado, puede dar al traste la caña, la línea y también la captura.
Apoyar la vara en la borda, sobre todo si el pez logra meterse debajo de la lancha es -literalmente- mortal, por estar limitando que la vara se doble por donde debe y además sumando un punto de apoyo o palanca para lo cual no fue diseñada y me atrevo a comentar que es uno de los errores que más daño puede causar.
Es una pesca que en muchos casos, hasta nos obliga a recorrer parte de la embarcación tras un buen pez. Desplazarnos de un lado a otro en franca pelea forma parte de la diversión, más, la posibilidad de poner a prueba todas nuestras mañas por usar un equipo más ligero con ejemplares -en muchos casos- de peso mayor y ello puede destacar el día.
El capitán o el timonel puede ayudar mucho si está pendiente del rumbo que toma la línea, sobre todo cuando está al tanto de la pesca que estamos haciendo para poder apoyar la actividad y que se vuelva parte del éxito. Hemos tenido muy buenas experiencias en fondos de entre 13 y 27 metros con cojinudas, abadejos, meros, barracudas, pargos, sierras y sobre todo sobre algún arrecife, donde los coloridos triggerfish (cochis) se vuelven casi una molestia de solo comenzar a recobrar los jigs. Un buen comedero de barriletes o de jureles es toda una fiesta, siendo los alebrestados coronados los que nos han propiciado -sin duda- las mejores y más divertidas jornadas.
Les aseguro que vale la pena hacernos de algunos jigs para disfrutar de esta modalidad de la pesca inshore donde más de uno quedará enganchado en esta práctica que viene marcando la diferencia en nuestras últimas salidas y que prometemos en breve seguir compartiendo.